‘Aprender es la nueva manera de vivir’, un artículo de Isabel Aguilera

Compartimos a continuación un artículo de Isabel Aguilera, experta en dirección empresarial y ponente de nuestra jornada Estrategias de éxito para un liderazgo competitivo, en el que reflexiona acerca de la influencia de la tecnología en los procesos de aprendizaje, el mundo de la empresa y la sociedad del futuro:

Si miramos hacia el futuro, nada será como acostumbraba a ser. El cambio y sobre todo, la velocidad de los avances actuales produce gran incertidumbre… justo cuando nuestras decisiones más cotidianas han de ser robustas, y firmes, pero también flexibles, para puedan ser modificadas de un día a otro si el nuevo escenario a esa velocidad exponencial del cambio, así lo requiere.

Todo puede cambiar de un día a otro debido fundamentalmente a la influencia de la tecnología de cualquier tipo, aeroespacial, ciencias de la computación, la física cuántica, la genética, la epigenética… todas ellas on fire. Y producen efectos en nuestras vidas, en nuestros trabajos, en las percepciones y valoraciones actuales y también en la manera de competir y de vivir.

Viviremos por encima de los 122 años actuales. Y no sólo vamos a vivir más, sino mejor. Esta longevidad producirá familias “largas y estrechas” dicho en el argot de los restaurantes de diseño y este hecho tendrá múltiples impactos desde la alimentación a la sanidad, pero también importantes consecuencias vitales, sociales y económicas. Tendremos que rediseñar nuestra vida y no sólo su última cuarta parte. Seremos capaces de aprovechar los primeros años de la infancia, con su poder de la imaginación, creatividad y energía y también el poder de los sueños durante el tiempo que pasamos dormidos. ¿A qué edad tendremos hijos? Ya hay startups que congelan los óvulos para quitar presión a las madres y que puedan elegir sin presión acerca de su maternidad en el momento que les convenga… o cuando encuentren la pareja ideal. Tal vez estos avances nos lleven a hacer realidad por fin que la edad biológica no sea representativa para las grandes decisiones de nuestra vida, ni siquiera para enamorarnos… cómo influirá esto en nuestras necesidades y decisiones vitales… ¿y profesionales? Porque nosotros también somos información que camina en el mundo dominado por los datos masivos.

Pero no sólo viviremos más, Un día, muy pronto se recargará nuestro cerebro en un ordenador o le hará una copia de seguridad para la posteridad, o posterior uso por otro ser humano para comenzar dónde nosotros lo dejamos. Podremos de esta manera, enviar nuestros sentimientos y emociones de un lugar a otro… algo así como “el internet de la mente” , quizás sólo de esta manera “mejorada” podremos competir con los robots para optar a cualquier tipo de trabajo sofisticado, y no sólo los trabajos de bajo nivel o alto riesgo, como almacenistas, bomberos, recepcionistas o personal de limpieza. Ya existen películas que anticipan la transmisión de recuerdos de una persona a otra y la ciencia ficción es una herramienta a tener en cuenta, basta comprobar la cantidad de productos que anticiparon algunas de sus producciones más conocidas.

Pero también el aprendizaje y sus nuevas metodologías harán que seamos capaces de aprender, de mejorar y de optimizar nuestra capacidades y actitudes de manera exponencial. Inspirados por el poder de la tecnología, podremos transformar la manera de aprender. Salud mejorada con la tecnología para los cuerpos… y como ven, también para las mentes. La condición humana, tal y como la conocemos, se hace obsoleta.

Y un entretenimiento también optimizado… como la tercera palanca para una experiencia vital más completa y satisfactoria. De hecho, ya anticipamos, como recientes encuestas demuestran (Assurant, 2017), que el uso más intenso de la tecnología lo asociamos con mejores niveles de vida, con mayor satisfacción, con mayor riqueza en todos los sentidos.

También la impresión 3D creará una revolución social y no sólo una revolución tecnológica e industrial. No tendremos que esperar meses a tener los primeros modelos. Podremos personalizar artículos que nunca llegarían a alcanzar el mercado de consumo masivo. Podrá tener múltiples aplicaciones, desde alimentación o medicinas, hasta ortopedia reconstructiva que se amoldará a la edad del paciente y crecerá con él a un coste muy bajo. Construiremos, ya se está haciendo, casas en menos de 24 horas, y será una construcción más ecológica y segura. Para educación, robótica, juguetes, decoración, mobiliario, moda, e incluso órganos humanos. La impresión 3D cambia la cadena de valor, transformándola en una cadena circular en el que el productor y el consumidor son el mismo agente. Por no contar con los negocios de partes y repuestos. (de hecho se ha acuñado ya el término “internet de las piezas y repuestos”) Y determinadas industrias como la automovilística…tienen que replantearse muchas cosas. Así como la industria logística, porque el transporte será más costoso que la fabricación en muchos casos, produciendo nuevos equilibrios económicos y políticos a escala nacional y global. También podremos cambiar el modo en el que reaccionan los materiales, inventando otros nuevos.

Ningún área de la actividad empresarial o vital es inmune a la disrupción de los datos. En 2020, el mundo contará con una 30.000 millones de dispositivos conectados a internet e interconectados entre ellos. El Internet of Things (IOT) y el Io nT. Y aunque seguramente, se usará principalmente para automatizar la producción industrial, la seguridad global, o la salud, muy pronto estará presente en nuestras vidas y en nuestros trabajos así como en un número creciente de megaciudades de todo el mundo.

En 2 o 3 años… tendremos internet planetaria gratuita… y la velocidad de producción de datos será… ilimitada. De hecho la proliferación de sensores, es de tal magnitud, que se llama el internet de todas las cosas y se empieza a acuñar el término de un subconjunto: el internet de la cosas verdaderamente importantes.

Si la realidad es la capacidad de nuestros ojos de engañarnos…Los españoles estamos ansiosos de experimentar, el mercado de la realidad virtual aumentada (así lo revela el estudio de Assurant 2017, en el que aparecemos muy por delante de otros países europeos en la prueba de esta tecnología). Una apuesta clara de entretenimiento, formación y cultura que sobrepasará a la televisión (¡tampoco lo tenía tan difícil!). No sólo para juegos y entretenimiento, sino también para turismo, fabricación, automoción, comercio… y para ayudar al fontanero cuando viene a casa a realizar alguna reparación.

Tendremos que inventarnos nuestros trabajos… por la superpoblación que llegará y porque ya no se encontrará trabajo de otra manera…y al mismo tiempo mantener la salud y cordura mental, nuestro equilibrio personal, a lo largo de muchos más años. ¿Quién elegirá a quién? Las marcas y compañías a sus empleados o al revés… si es que no está ya pasando. La legislación laboral ha de cambiarse, como cualquier otro tipo de relación contractual o simplemente cualquier relación humana.

Y todo ello en un entorno colaborativo, abierto, curioso, participativo, una actitud de los millennials de cualquier edad (yo me considero una millennial over fifty) una filosofía de disfrutar y compartir más que poseer, consecuencia de las actuales ineficiencias en contra de la tendencia global de máxima eficiencia. El tamaño de los activos ya no importa, tener más activos no es necesariamente mejor. Ahora no es necesario, ni se valora tanto poseer como usar y disfrutar; no es necesario que un bien, un active sea privado, puede perfectamente ser compartido… todo es menos rígido, más flexible, ni siquiera discutimos entre lo online y lo offline, al fin nos hemos dado cuenta que la vida, los usuarios y clientes, así como las mejores experiencias son híbridas.

Muy pronto llegará el momento de la “singularidad”: cuando la inteligencia artificial sobrepase a la humana… y si lo combinamos con los resultados exponenciales que podamos obtener de máquinas que ya no tienes que enseñar y que aprenden solas… tal vez el mayor logro humano. Porque depende de nosotros, dar un primer y fundamental paso: superar el mayor de todos los desafíos, ese miedo a lo desconocido, esa desconfianza hacia nuestras capacidades y potencialidades, esa falta de seguridad en superar la adversidad que nos ha hecho a lo largo de la Historia, responder a los desafíos de todo tipo cuando se nos han planteado… como haremos ahora también.

¿Dónde están los límites? La humanidad está experimentando un boom de la sociedad civil, que clama por más oportunidades de participación y representación y cuestiona las antiguas fórmulas institucionales. El poder es más fácil de obtener, pero más difícil de ejercitar en todos los niveles. La transparencia se impone, la inteligencia colectiva, el poder del grupo, de la comunidad. Las ciencias y la humanidades se aproximan y así se cambiará la filosofía, la ética, la sociología, las leyes, el arte, la política… y no sólo la economía, o los negocios.

Un mundo, paradójicamente, más orientado al ser humano para aumentar su confort, su nivel de vida y su longevidad. Un mundo con menos corrupción puesto que la abundancia de datos, la inteligencia artificial y la transparencia que se deriva del uso de la tecnología evite abusos por parte de unos pocos sobre los intereses de muchos y un mundo en el que la única discriminación sea el talento mejorado exponencialmente de cada uno.

Un futuro conectado… y orientado al ser humano.

Por eso el principal reto del futuro es la reconversión del talento a la velocidad que avanza la tecnología. Porque ya tenemos los medios y estamos preparados para empujar los bordes más alto y más lejos; aunque en la transición habrá muchas personas que no estarán al nivel porque han sido, hemos sido educados de manera lineal, de manera vertical, de manera analítica… en lugar de exponencial, por capacidades horizontales y con criterio sintético. Y algunas de nuestras mejores capacidades que ahora nos resultarían más útiles fueron cercenadas a conciencia como a creatividad, el ser diferente, iconoclasta, el seguir tus pasiones, la curiosidad, el probar las cosas sin miedo al fracaso…. Y si sobrevivió alguna a nuestros años de universidad, los cursos de deformación de algunas empresas ya se encargaron de alienarnos de nuevo, justo ahora que el gradiente de la exponencialidad roza la verticalidad.

Por esta razón la parte más difícil y el test ácido de la transformación digital es y será, en especial mientras sobrevivan las generaciones no nativas digitales, la transformación cultural de las empresas.

Hoy la competencia no es entre grandes y pequeños, sino entre ecosistemas y los ecosistemas están compuestos por grandes y por pequeños, bien armados, con soluciones de nicho o complementarias a las que ofrecen los más grandes y pueden actuar de manera aislada y a un coste muy razonable en la arena global o pueden establecer alianzas con los más grandes. Y los modelos de negocio que tienen más posibilidades de triunfar son los que aprovechan la tecnología para no ofrecer sólo “productos/servicios”, compitiendo a base de bajo coste o diferenciación, sino consolidando su oferta de soluciones con aportaciones de otros miembros del ecosistema, haciendo una orquestación de recursos muy completa y flexible a la vez. Las fronteras entre aliados y competidores se difuminan hasta el extremo de acuñar un nuevo término. En lugar de competir, ahora coopetimos, que es una mezcla entre competir y colaborar.

La inevitable gestión por proyectos del mundo digitalizado, va a cuestionar continuamente si los líderes siguen siendo necesarios. Lo que ocurre es que el liderazgo también está cambiando de manera acelerada. Ahora ha de ser colectivo, con objetivos y responsabilidades compartidas, mucho más horizontal e inclusivo.

La vida es el nuevo aprendizaje y el aprendizaje permanente es ya parte de la vida. La colaboración entre equipos diversos -en los que se incluirá algún robot- y trabajando por proyectos bajo un liderazgo colectivo interpretando el inmenso poder de los innumerables datos obtenido en el universo del internet de todas las cosas va a ser, es ya, la nueva forma de satisfacer las demandas de unos clientes, nosotros, cada vez más exigentes. Segundos, fuera

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